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lunes, 8 de enero de 2018

La fragua literaria leonesa: Rafael Saravia

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LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Rafael Saravia: "Hay algo especial en nuestra provincia que hace que la literatura sea un foco de interés"

Manuel Cuenya | 28/12/2017 - 11:35h.

El poeta, editor y gestor cultural Rafael Saravia, autor de 'El abrazo contrario', entre otros, está ahora con algún proyecto para Leteo, algún otro que se desarrollará en México, y un libro manufactura de Gabriel Viñals para la edición artesana de 'Ejemplar Único'.

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"Todos los días eran invierno./ Eran calor forzado y lanas imborrables,/ Todas las tardes eran el peso que justifica la vida./ Las campanas nacían discretas,/ su ego se repartía en el silencio blanco./ El hielo aterido de sí mismo./ Lo triste sembrado con la ternura momentánea de los geranios secos/ y apenas una mujer rompiendo la mansedumbre del gris"
(Rafael Saravia, 'Lo habitable', 'El abrazo contrario')
Aunque lo nacieran en Málaga, donde vive su familia en la actualidad, Rafael Saravia (Rafa) ha crecido en León, primero en la montaña leonesa, en concreto en Sotillos de Sabero, donde cursara primero de EGB. Y luego, a partir de los ocho años, en la ciudad de León. Hace unos meses se ha mudado a un pueblo cercano, Pobladura del Bernesga –aclara él–, donde está construyendo hogar.
Por tanto, el autor de 'Carta blanca' (Calambur, 2013) es leonés, pues uno no es de donde nace sino del lugar en que pace, según el refranero popular.
En todo caso, reconoce que no es afín a los límites y fronteras, esto es, que se siente ciudadano del mundo, comprometido con la sociedad, con la relidad de su tiempo, habida cuenta de que "las fronteras y los encasillamientos territoriales nunca me han convencido".
Hubo un momento en que pudo haberse ido a trabajar a Madrid, pero prefirió quedarse en León, porque le encanta esta ciudad, esta provincia, "un entorno cómodo", que le ofrece "todo lo que necesita de buenas maneras", porque allá donde va –precisa– León sale con orgullo de su boca.
Y es en León donde se ha fraguado como poeta, como fotógrafo, como editor. Como artista, en definitiva. Y por supuesto como un magnífico gestor cultural al frente del Club y Ediciones Leteo, que, además, ha entregado premios a autores de prestigio internacional como Ledo Ivo, Paul Auster, Houellebecq, Arrabal, Juan Gelman, entre otros.
"Gracias a esta faceta de editor/gestor, que sigo ejerciendo aunque de manera más moderada, he conocido a infinidad de autores y voces que generan belleza y pensamiento. Mi manera de entender la vida, el mundo y por tanto el arte que representa lo que hay y lo que puede haber, se ha forjado gracias a mis experiencias con todos estos autores con los que he compartido mesa... Me ha hecho feliz y construido como soy... Para mí Leteo ha sido imprescindible y una de las actividades más importantes en cuanto a formación vital se refiere", rememora con emoción Rafa, consciente de que las Jornadas Leteo (Premio incluido) han llegado a su fin, al menos temporalmente, a resultas, entre otras cosas, de la precariedad económica, pese a su relevancia internacional.
"Yo animo mucho a los nuevos creadores que hay en nuestra ciudad para que se organicen y proyecten nuevas maneras de hacer, entender y gestionar el panorama literario tan rico que tenemos".
Aparte de lo económico, se suma, en su opinión, el cansancio acumulado así como la falta de renovación en el plantel organizativo de Leteo.
"Si bien son muchas las personas implicadas cada año en las Jornadas Leteo, la organización y gestión llevaban recayendo en mí desde hace varios años", se lamenta Rafa, que no descarta que en un futuro surja una nueva oportunidad, pero cree que este primer ciclo, "que ha durado 17 años", ha llegado a su fin, pero "con dignidad, altura de miras y responsabilidad con la creación".
Optimista, está convencido de que las nuevas generaciones lograrán mover nuevas propuestas. "Yo animo mucho a los nuevos creadores que hay en nuestra ciudad para que se organicen y proyecten nuevas maneras de hacer, entender y gestionar el panorama literario tan rico que tenemos".
En este sentido, cree que León es uno de los focos más importantes, en cuanto a literatura se refiere, de todo nuestro país.
"Tenemos Premios Nacionales, Académicos, Cervantes, escritores que publican en las mejores editoriales del país y que son valorados por otras ciudades y países y sin embargo aquí cuesta trabajo que puedan desrrollar actividades con la dignidad que merecen", apostilla el creador de 'Llorar lo alegre', que recientemente publicaba una columna de opinión en 'Diario de León' mostrando la gran desolación que sufre esta literatura en nuestra provincia y comunidad por parte de las instituciones.
"Me apena el ninguneo institucional... Y me alegra la vivacidad, la intensidad y el buen hacer que generan desde los más jóvenes hasta nuestros maestros más veteranos... Hay algo especial en nuestra provincia que hace que la literatura sea un foco de interés para el resto del mundo, se generan autores de un nivel excelente que mantenemos por generaciones".
En esta línea, reivindica a poetas consagrados, como el maestro Antonio Gamoneda, quien además ha prologado (con un frontispicio) su reciente poemario 'El abrazo contrario' (Bartleby Editores, 2017), una obra que le está dando, a su juicio, maravillosas sorpresas, "un trabajo reposado y reflexionado y el hecho de que lo acompañen unas palabras de Antonio lo hacen más emocional. Ya tengo invitaciones para presentarlo en Granada, Jerez de la Frontera, Valencia, Barcelona... además de las ciudades por las que ya ha girado. Estoy disfrutando de lo que me descubre su relectura y la lectura de algunos lectores que me hacen llegar sus impresiones".
'El abrazo contrario', nos advierte Saravia, es ese abrazo que no une, que desune. Un abrazo de no amor y sí egoísmo –escribe Óscar M. Prieto en 'La Nueva Crónica (25/ 10/2017)–. "Todo lo que representa la ausencia de fraternidad entre iguales. Y su libro, poemario, por tanto, es una denuncia y un anhelo de lo contrario".
Una brizna cualquiera.
Corre el año treinta y uno y los enseres se vuelven modernidad.
Sin la corporeidad de los levantados no confiaríamos en el calor,
en la prótesis, en la mancha de carbón,
lo que supone en nuestros pantalones la libertad de campana.
Corre el año ochenta y siete y las Páginas de fuego se reivindican,
se apresuran entonces los caciques a cultivar futuro
y la copa de angustia ya sólo necesita de veinte años en barrica de madroño.
Los cormoranes naufragan en el cemento que alicata costas y robledales,
nos untan de sal los labios y lo llaman esperanza.
Fijan el sabor de la desolación tres puntos por encima de la cayena.
Apelan los indeseables al voto transgénico,
queriendo hacernos ver las bondades de los tomates olor cian.
Se tacha en el calendario el quince de mayo del dos mil trece.
Pintan bastos en los mercados internacionales.
La revolución se regala con cada ramillete de franqueza
y el desierto es una inmobiliaria en época de saldos.
Los herederos del juego quieren vender piolets
a los lectores del Manifiesto por un arte revolucionario independiente
y la nieve ya no limpia los fracasos cosidos al pulóver de los embargados.
Una brizna cualquiera.
Pasan las horas cosidas a una adormidera.
En la esquina de la Calle Antonio Gamoneda,
un vendedor de lotería pronostica el cambio:
Le niega la suerte al portavoz del ministerio.
Ese día, los niños de San Ildefonso
confunden las partituras con las de La Internacional.
(Rafael Saravia, 'Altazor y la subida de (la) luz, 'Carta blanca')

(Puedes seguir leyendo esta fragua en ileon.com: http://www.ileon.com/cultura/081154/rafael-saravia-hay-algo-especial-en-nuestra-provincia-que-hace-que-la-literatura-sea-un-foco-de-interes)

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