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lunes, 6 de febrero de 2017

Amanece, que no es poco

Os dejo esta reseña, publicada en el periódico El Buscador, sobre la película de Cuerda, Amanece, que no es poco.
Una cinta que sigue causando impacto entre la gente que la ve porque es trata de un ejercicio de surrealismo, que nos muestra lo esencial como banal y lo superficial y cotidiano como si fuera realmente trascendental.  
Además de citarse a Faulkner o Dostoievski en la peli, también se mencionan a Pedro Salinas y Kavafis. Y Ada o el ardor, de Nabokov. 
"El Amor es una patología tentadora y gratificante, que siempre deja su poso de hiel" (Amanece, que no es poco)



Amanece, que no es poco es una de esas películas que se le quedan a uno grabadas en la memoria, lo que apunta sin duda a que se trata de una obra que te deja huella y te invita a reflexionar. Como las grandes pelis del maestro Hitchcock, que han calado hondo en nuestro subconsciente.  
Una película de culto en la actualidad, aunque en la fecha en que se estrenó no llegara a ser del todo comprendida por el público. Qué curioso. Pero el paso del tiempo ha situado  esta gran obra en el lugar que se merece.
El genial Cuerda, que también ha dirigido otras películas magníficas como El bosque animado, filmó esta peli a finales de los años ochenta en varias localidades de Albacete, donde él viviera su infancia.
Amanece, que no es poco es un film coral, donde todo un pueblo es protagonista. Como ocurre en las mejores películas de Berlanga, cuyos guiones firmara Azcona.
Incluso podría decirse que tiene aires de película del Oeste, en el sentido de que vemos a dos personajes forasteros (papeles interpretados magníficamente por Resines y Ciges), que se acercan, en una moto con sidecar, a un singular pueblo de montaña, donde se viven momentos delirantes a través de diálogos ingeniosos -el propio Cuerda  es el guionista/dialoguista- y llenos de humor, en los que se muestra lo grotesco de lo cotidiano, como esas elecciones en las que se elige a las fuerzas vivas,  a saber, el alcalde (“Alcalde, todos somos contingentes pero tú eres necesario”), el cura, el maestro y hasta una puta. 


Juan Cruz con Cuerda en el Festival Eñe


Todos y todas aceptan como lógicos hechos que, a priori, son ilógicos. Y hasta han leído a Faulkner (“¿es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Faulkner? Pero hombre, copiar a Faulkner...”).
En el fondo, miran la realidad más esencial como si no tuviera trascendencia y lo más insignificante como si fuera importante. Puro surrealismo.
Un lugar en el mundo poblado por una galería de personajes extravagantes, esperpénticos, como sacados de una obra de Valle-Inclán, tan presente en el espíritu de esta comedia desternillante acerca del futuro de la Humanidad y el absurdo de la naturaleza humana.
Calificada por la crítica como “sub-ruralista” y “surrealista” (en la línea de nuestro Miguel Mihura), Amanece, que no es poco está impregnada de realismo fantástico, mágico, con un marcado toque anticlerical (hasta la misa parece una obra de teatro, algo sobre lo que he escrito y publicado en alguna ocasión), donde también se pueden rastrear influencias de Buñuel, la picaresca española, y aun de las comedias disparatadas de los Hermanos Marx, Lubitsch o Billy Wilder.
 
Entre estos personajes “extraterrestres” encontramos a un negro catecúmeno, un borracho, Carmelo, que se desdobla sin darse cuenta (interpretado por el actor de origen berciano Miguel Rellán), un suicida que nunca logra quitarse la vida, un tipo que levita (el actor Alexandre), un individuo (encarnado por Quique San Francisco) que se pasea por el pueblo en calzoncillos en busca de autor (como los personajes de Pirandello o el prota de Niebla de Unamuno), campesinos que hablan como intelectuales, seres humanos que brotan de la tierra, un maestro rural que imparte sus clases mediante cánticos góspel, un grupo de estudiantes universitarios norteamericanos comandados por el actor Gabino Diego, unos meteorólogos belgas y aun un grupo de invasores del pueblo vecino.
Estamos, por tanto, ante una película satírica, caricaturesca, que ridiculiza, rechaza y subvierte las convenciones sociales y políticas (en España llevábamos poco tiempo de democracia cuando se estrenó), que intenta darle la vuelta a los valores tradicionales y a los tópicos españoles a través del humor, presente en todo momento y hasta el final, como cuando se disponen a ver el amanecer, y el sol decide salir por el lado contrario. Un sin dios, o sea.









 

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