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viernes, 19 de octubre de 2012

Tradiciones populares en el Bierzo: Los zarramacos


“El Bierzo sigue componiendo una geografía mágica, acerada por una benevolencia ecológica” (Sánchez Dragó, Una historia mágica de España, 1995).

“Toda nuestra geografía, desde Balouta a Compludo, desde Dehesas a Foncebadón, está signada por el temblor mistérico de un humilde iluminismo” (Juan Carlos Mestre, Disertación, Certamen de Poesía “Ciudad de Ponferrada”, 1991).

El Bierzo, otrora Vierzo, antaño provincia, voluntarioso de región, quinta provincia gallega en potencia, coyuntura galaico-castellana, tierra de maquis, territorio de templarios, Bierzo historiado por Estrabón y Plinio el Viejo, saqueado de oro y de carbón, tesoro para etnólogos, cruce de culturas y caminos, Camino de Santiago, zona para el regocijo y la meditación, Bierzo mágico y legendario en lo que tiene de supersticioso y trascendental, donde las ánimas conversan con los vivos, en ese valle del silencio, como en un buen relato de Rulfo.

País encantado... y fecundo en antiguas memorias (Quadrado, Recuerdos y bellezas de España. Asturias y León, 1977).

Algunas tradiciones:


Zarramacos en Cantabria
El carnaval o los zarramacos

A la hora de abordar esta fiesta, aquí y allá, resulta inevitable acercarse a El carnaval, cuyo autor es el antropólogo Julio Caro Baroja. En esta obra hace un análisis histórico-cultural sobre esta fiesta de corte antiguo, que al parecer tiene su origen en las Dionysia griegas. 

El carnaval en la montaña leonesa está relacionado con las zafarronadas. El zafarrón es un mozo vestido con pieles cual espantapájaros, y lleva la cara tapada con una piel de cabrito, que tiene agujeros para la boca y los ojos. Este zafarrón, además, calza abarcas para correr ligero, va provisto con un saco de ceniza, y se permite licencias con las mujeres, a las que arroja ceniza. 

La zafarronada sería una variante de la zamarronada. Y los zamarrones o zarrahones, vestidos con pieles de animales, eran una clase especial de actores callejeros que divertían al público con funciones grotescas y chocarreras.

En La Pícara Justina se habla de los zancarrones (“danzantes baratos que de casa del dianche sacan a danzar unos zancarrones, que es danza de mucho ruido y poca costa”). 

“En la provincia de Santander –escribe J. C. Baroja- llaman zarromaco, zarromoco o zarramaco a un mascarote con la cara manchada de carbón, que en
ciertas danzas hace de bufón”. 

Curiosamente, en un pueblo como Noceda del Bierzo la gente conoce el carnaval con el nombre de zarramacos. “¿Rapacín, ya vas a correr los zarramacos?”, suelen decir los nocedenses cuando un chaval se viste o disfraza de carnaval. Los mozos y las mozas salían a la calle disfrazados de zarramacos, que consistía en ponerse una ropa esfalamendrada, rota y deslucida. Ataviados con una chambra o blusa, una cerrona o cerrón (bolsa) para meter el dinero, y calzados con abarcas, abarqueiros o escarpines, los rapacines se dedicaban a picar en las puertas de los vecinos para pedirles dinero, que luego se repartían entre todos los participantes.

En el Bierzo Alto, en la época de esplendor minero, era habitual que los guajines se enfundaran en un mono o funda, y, provistos con un candil, salieran a la calle a “correr los zarramacos”. 

No sólo en los carnavales sino también en algunas romerías del Bierzo era y aún es habitual ir por las casas de los vecinos a pedir huevos, vino y dinero para al día siguiente hacer ponche, que luego tomará el personal mientras baila una jota al son del tambor y la chifla de un tamboritero, y a veces a ritmo de pandereta. 

El ponche era/es una suerte de licor dulzarrón, hecho a base de vino, huevos batidos y azúcar en dosis considerables. Todo ello sabiamente mixturado.

También en Noceda del Bierzo, según gustaba contar a la ya desaparecida maestra y poeta Felisa Rodríguez, era habitual el disfraz de vaca foira, que consistía en que dos personas se disfrazaban como si fueran una vaca o toro y se dedicaban a recorrer el pueblo metiéndole miedo a la gente. En la parte delantera colocaban una máscara de vaca o toro con cuernos, y en la parte trasera un rabo. 

Antaño la gente en Noceda empleaba a menudo la expresión: “pareces una vaca foira” para decirle a alguien que estaba chalado, como una chancleta.

En Santibáñez del Toral, también en el Bierzo Alto, los jóvenes se disfrazaban e iban a casa de los vecinos a pedir posada. Si eran reconocidos no pasaba nada, pero si no lo eran tenían derecho a alojarse en la casa hasta el día siguiente, según escriben Alonso Ponga y Diéguez Ayerbe en El Bierzo: etnografía y folklore

Por otra parte, en Oencia se ponía el palo del antroido, y en lo alto del mismo se colocaba un espantajo que se quemaba el martes de Carnaval. 

Y en la localidad de Castropodame los mozos se tiznaban la cara y recorrían las calles a ritmo de tambor con un chaval subido en un burro cual si fuera un monigote. 

No sólo en el Bierzo, sino también en las vecinas Galicia, Asturias, La Maragatería, incluso en pueblos de Zamora y aun otros de León como Oseja de Sajambre, el carnaval se conoce como entroido, introido, antroido, antroxu, antruejo, antruexo y las variantes de entruido, entrudo y entrudio en el hermano pueblo de El (O) Barco de Valdeorras.



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