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miércoles, 10 de marzo de 2010

Incestuosa Nin

La incestuosa Nin, como me recuerda y aclara mi amiga Idoia, la vuelve algo enferma, o enferma sin más cera que la que arde. Sí, al parecer, la Anaïs se follaba a su papá, algo que no había retenido en mi memoria. Libre y hasta libérrima, esta mujer llegó hasta el final en sus correrías. Algo parecido a lo que se decía de Serge Gainsbourg y su hijita Charlotte, con Lemon incest, a quien hemos visto, no hace mucho, en esa película arriesgda, cuyo título es Anticristo, de Lars von Trier.
Este fragmento de Incesto puede ilustrar lo que digo a propósito de la musa/amante de Henry Miller y June.
Papá me pidió que me acercara. Estaba tendido de espaldas y no podía moverse. Déjame besar tu boca.
Sus brazos me rodearon. Vacilé. Me atormentaba un torbellino de sentimientos, deseaba su boca, pero tenía miedo, sentía que estaba por besar a un hermano, pero estaba tentada… aterrada y excitada. Estaba tensa. Sonrió y abrió la boca.Nos besamos, y ese beso desató en mí una ola de deseo. Estaba tendida a través de su cuerpo y con mi pecho sentí su deseo, duro, palpitante. Otro beso. Más terror que placer. El placer de algo innombrable, oscuro. Él, tan hermoso: divino y femenino, seductor y cincelado, duro y suave. Una pasión dura
(Incesto, Nin).
Por su parte, Idoia me manda lo que sigue: "Incesto, Diario no expurgado. 1932-1934". Emecé Editores. 1995. [Un libraco muy gordo] Sí, Anaïs se follaba a su papá, "El Rey Sol", su padre ausente durante su infancia, un Don Juan que consumó entre las piernas de su hija la más malévola fantasía que pueda tener sátiro alguno, tirarse a su hija, la mujer imposible. A ella le tiraba, supongo que por las carencias de su infancia, por ello hablaba siempre de "la semilla, la semilla maldita", tras ver a su padre. Y tanto... como que si se quedaba embarazada. Sobre su papá, de este libro, vaya aquí un fragmento de los hechos: "Me fui a mi cuarto, envenenada. Soplaba incesante el mistral, seco y cálido. Así llevaba días, desde que llegué. Destrozaba mis nervios. No pensé en nada. Me sentía dividida, esa división me mataba, la lucha por sentir la alegría, una alegría inalcanzable. La irrealidad opresiva. De nuevo la vida retrocediendo, eludiéndome. Tenía al hombre que amaba en mis pensamientos; lo tenía en mis brazos, en mi cuerpo. El hombre que busqué por todo el mundo, que marcó mi niñez y me perseguía. Había amado fragmentos de él en otros hombres: la brillantez de John, la compasión de Allendy, las abstracciones de Artaud, la fuerza creativa y el dinamismo de Henry. ¡Y el todo estaba allí, tan bello de cara y cuerpo, tan ardiente, con una mayor fuerza, todo unificado, sintetizado, más brillante, más abstracto, con mayor fuerza y sensualidad! Este amor de hombre, por las semejanzas entre nosotros, por la relación de sangre, atrofiaba mi alegría. Y de este modo, la vida hacía conmigo su viejo truco de disolución, de pérdida de lo palpable, de lo normal. Soplaba el viento mistral y se destruían las formas y los sabores. El esperma era un veneno, un amor que era veneno..." Siempre la vi libre -dice Idoia-, inmensa, pura, valiente, adelantada a su tiempo, visionaria, sexual, intensa....luego..... sólo la vi...enferma.

1 comentario:

  1. Hola viejo truhán,
    ¿Lo olvidaste? ¿O no lo sabías? Hace muchos años que me interesé por los diarios de Anaïs Nin, de los cuales he leido unos cuantos, incluidos los de su relación con Henry Miller, al cual mantenía de vez en cuando. Lo cierto es que, así como quien no quiere la cosa, Anaïs se iba cepillando a medio París, incluido su psicólogo. Incluso me parece que también se lo llegó a montar con Antonin Artaud, que ya sabes que era un genio, pero que estaba un poco como una cabra. Y lo de su papá... ¡Sorprendente Anaïs! ¡Perversa y pura al mismo tiempo! Portentoso, y muy interesante...
    Saludos. Henri.

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