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jueves, 9 de julio de 2009

Carta a una señorita imaginaria, quizá real

No sabes cómo me alegra que sólo haya sido un momento pasajero, como esas veloces nubes que nos alucinan y nos ayudan a viajar, como en una alfombra mágica, sobre un cielo algodonoso, tierno, acogedor. No estoy seguro de que la vejez, o los años, procuren más sabiduría, porque cuanto más crezco y conozco, menos sé, y no lo digo como postura socrática ante la vida, es la realidad, o al menos la realidad tal como la percibo. 
Uno añora la juventud de los veinte años, incluso de los treinta, cuando todo estaba por hacer, o uno así lo creía, cuando uno era todavía proyecto de algo, cuando el mundo estaba ahí para recorrerlo, y lo recorríamos con entusiasmo, sin mirar para atrás, ni siquiera para adelante. Juventud, divino tesoro, mas no nos pongamos estupendos, que cada época tiene sus momentos, y esos son los que debemos disfrutar, apurar, como un buen vino berciano, sirvámonos un Cepas Viejas, por ejemplo. ¿Te gusta el vino? Pocas veces lo tomo, pero cuando lo hago me gusta que sea bueno... A mí sí me gusta la primavera, y me hace entrar de lleno en la vida y en la ficción, como si estuviera en el Amarcord de Fellini, l'amore e ricordo de un tiempo dichoso, aunque el verano sea tal vez la estación más lírica y festiva de todas. 

"La primavera es una corona de novia", escribe Umbral, ahora que debe dormir la siesta eterna con la corona papal de la solemnidad. "Abril y mayo son flores en la cabeza de una adolescente -añade-, en el pelo verde de la pubertad del mundo". 

En el Bierzo la gente, con ganas de jarana, revive en cuanto llega el verano, porque todo se resuelve en fiesta y romería, saraos miles en cualquier pueblecín, hasta en los más remotos lugares donde se hacen sardinadas, asados de carne, etc. 

España entera es una gran fiesta, sobre todo en verano. Y eso alegra el cuerpo. Aunque uno no sea muy verbenero, cada vez menos, eso es lo cierto. Pero se divierte uno viendo al personal disfrutar de la farra. Recuerdas: Te me presentaste tú solita, con una sonrisa balsámica, envuelta en un halo de afectividad, mágica y humana. Qué delicia. Tus escritos, tus cartas me encantan, y a veces sueño que te acaricio a través del tacto suave de tu piel internáutica. A lo mejor es que somos almas gemelas, y comenzamos a compenetrarnos. Comparto contigo lo "asocial", lo anárquico y lo antiprotocolario. 

Siempre he ido a contracorriente, tengo vena hippy, aunque soy cercano y cariñoso con quienes se lo merecen, buen amigo de mis amigos, los de verdad, y cuando beso o abrazo a alguien que quiero lo hago con el sentimiento a flor de piel. Me hace gracia lo que dices acerca de besuquear, cuántos besan al aire, como a menudo hacen los franchutes. En cambio, los hispanos suelen dar un solo beso de cortesía, que por lo general suele ser cálido, cercano. Dime cómo besas y te diré quien eres, dime cómo saludas, incluso con la mano, y sabré cómo eres. El beso como significante que define a la persona, porque hay quienes al darte la mano, ya no digo un beso, parece que se la echaran a un perro. 

La próxima vez, que espero sea pronto, te besaré la mano, tu mano inteligente, y si me lo permites nos daremos un abrazo de verdad, no como esos abrazos que casi siempre se mandan por correo, y pocas veces se dan comme il faut, que dicen los relamidos francesitos/as. Para mí es imprescindible tu tacto electrónico, el contacto contigo. Besines y caricias miles.

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