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jueves, 30 de julio de 2009

Apurando, nomás, la vida

Apurando la vida, asomado al balcón, mientras contemplo el Malecón de mis ensoñaciones, el amanecer rosa de alguna ilusión, sentado en el borde de los tiempos futuros, acantilados de puro placer y entrega a las olas amorosas, apurando cada instante, como un vaso de buen coñac, porque no hay otras vidas, y si las hubiere, que sean todas bienvenidas en ésta, en este más acá a veces incierto, efímero, hecho de azar y pasión, en busca de un ateísmo revolucionario, sazonado con pimentón. Descreído sin dios mas con musas. Ateos gracias a las divinidades, a las ninfas. Como Sade o Buñuel. ¡Qué viva la farra!, qué para cuatro días que vivimos. Sólo me apetece vivir el presente, nomadear, porque uno debe dar rienda suelta a los deseos. La libertad por encima de cualquier otra cosa. La libertad guiándonos (qué paradójico) como esa moza esplendorosa y atrevida que dirige al pueblo (lindísimo cuadro de Delacroix). La libertad transformada en pajaritos cruzando océanos de esperanza, ilusionados en un permanente estado de alegría y júbilo. 

A uno le encantaría ser marqués de algo, conde de Los Conforcos, rentista, poeta maldito, o un dichoso diletante de cualquier sistema sistemizado. Sigamos volando a ritmo boleril, templando y contemplando el rojizo mar de los deseos, sintiendo, bajo la textura matafísica del tiempo, la curvatura perfecta del universo pretérito indefinido, en Cuba, MaleconÇito, en Méjico, con X, en todo el mundo, amoroso y tierno, que nos ayude a sobrevivir... a puro huevo, nomás. 

Valle, el Inclancito, viajó a México porque estaba obsesionado con la x del náhuatl y la música comestible, qué linda canción, la llorona, yo soy como el chile verde, Llorona, picante pero sabroso... llorona de azul celeste. Se me están parando los pelillos de la nuca y estremeciendo las entrañas. Uno también es de natural llorón, mas conviene soltar carcajadas de placer, como esos cristos blasfemos que tanto le gustaran al Buñuel provocador y surrealista. La canción me está devolviendo a la esencia mezcalítica del México hondo y chingoncito.

miércoles, 29 de julio de 2009

Umbral, poesía desgarradora y bestialmente hermosa

O bien esta reflexión, cargada de lirismo, que se me antoja definitiva: “He conocido la única verdad posible: la vida y la muerte… de mi hijo, y sin embargo he optado o estoy optando por el engaño, por el autoengaño... 
No os creáis nada de lo que diga, nada de lo que escriba. Soy un farsante. El solo hecho de seguir vivos nos constituye en farsantes”. En otro pasaje escribe: “Lo que nos aterra de la calavera es descubrir que es también una máscara” “Llevamos la verdad por fuera, la carne, y la máscara por dentro”.


Umbral, a través de un conmovedor monólogo y una lírica sazonada de muerte, nos sumerge en el mundo de los sentidos: “el tacto es ciego, el olfato es galopante. La boca es frenética. El oído es torpe. Sólo el ojo alcanza la totalidad”. Y sobre todo nos adentra en el vertiginoso mundo de los olores, que impregnan la literatura y la pintura, en el olor acre y selvático de los libros, y el perfume fresco y denso de la pintura, porque el olfato es, según el autor, la mirada del alma. El hombre empieza siendo un perfume. La vida se inicia como aroma. También nos invita a darnos un paseo por las estaciones del año. “Escribo este libro en verano… el único trasunto posible del paraíso perdido”, “Abril, pozo verde lleno de doncellas ahogadas que tejen el lino de las profundidades y suspiran a la luna en las noches de coito”. “La primavera es una corona de novia”. “Otoño. Astenia. Un cielo vacío, enteluces y entremuertes”. “Ahora me veo condenado a vivir para siempre en el frío ferroviario de las estaciones”. Con estas pinceladas de pintor impresionista, Umbral siente el mundo, “la farsa del vivir, duplicada siempre por la farsa escribir” en un tiempo que “es un caballo que llora como una máquina sentimental”, como él llora por su hijo, “que es el interior dulce y pajaril de la vida”, su única verdad. “A la mierda con todo”, porque “tan pueril es vivir de sueños como vivir de silogismos”, aunque Umbral parece preferir la lucidez mediocre al delirio, y cree más en la lírica que en la psicología. El tiempo como herida y sangre del escritor. El éxito como algo agresivo, la gloria como homicidio, la fama como violencia, la popularidad como agresión, porque la verdadera historia está en el cuerpo de un obrero. Ellos han movido el mundo, aunque ya sabemos que todo se ha fundado sobre un engaño, sobre una falsedad, porque el mundo descansa en el explotado o avanza sobre cadáveres. Y Umbral se reclama como el único cadáver que ha escrito un libro en la historia de todos los tiempos, aunque lo más directo –asegura él- sería no escribir, “porque escribir es una cosa pasiva, receptiva..., así como leer es algo activo, creativo voluntarista. No obstante, escribir es algo que no puede dejar de hacer porque Umbral vivió por y para la literatura: “Jamás he salido del ámbito mágico de la literatura… He vivido el mundo intensamente, pero literariamente”.



Umbral compone un diario, un diario íntimo que nos trastoca por momentos, sublimes sin duda, y nos hace mirarnos tanto al interior como al exterior, un libro de cabecera, al que uno regresa en momentos de insomnio, en busca quizá de alguna quintaesencia. Al final, “tanto fruto de muerte ha dado una flor de sueño: la imaginación”, la poesía desgarradora y bestialmente hermosa de un escritor de talla enorme, que algunos dicen que nació en la provincia leonesa, acaso en Valencia de Don Juan, tal vez en Mansilla de las Mulas. El próximo martes, ya en agosto, en Radio Bierzo, la Ser, hablaremos sobre todo esto.

Mortal y rosa

Recuerdo que la muerte de Umbral me pilló viajando por el sur de Marruecos, y cuando me enteré sentí escalofríos, a pesar del calor desértico, tantos como los que experimenté al leer por primera vez Mortal y rosa, ese libro en prosa poética, ese inmenso poema escrito después de la muerte de su hijo por cáncer, cuando sólo contaba con seis años de edad. Y es que nadie o casi nadie logra sobreponerse a la muerte de un hijo, tal vez porque resulta anti-biológico, va contra natura, y Umbral logra transfigurar el dolor, hacer de la muerte un arte sublimado, una obra que nos revienta el cerebro y nos devuelve a nuestra condición de primates, al paraíso perdido del que a lo mejor nunca debimos salir, pero como hemos salido/progresado, ahora debemos asumir nuestro compromiso con la cultura, que por lo demás no deja de ser algo postizo, como señala el propio autor. “Hemos hecho toda la cultura con manos de asesino”. Mortal y rosa, que toma el título de un poema de Pedro Salinas, es una obra lírica, monumental, definitiva, que nos adentra en la filosofía de la vida/muerte, y nos ayuda a reflexionar acerca del tiempo, la lectura y la escritura, el cuerpo y el alma, el sexo, los sueños y la razón, los sentidos, la lucidez y los delirios, la infancia, la juventud y las mujeres, los muertos que seremos, aunque nos asombremos de estar vivos… “Puedo escribirlo todo, pero la literatura es la distancia definitiva que perpetuamos entre nosotros y las cosas…”. “El sexo es la moneda con que hemos decidido pagar y cobrar la vida”. “Oler es una actividad poética. El olfato es quizá el sentido más lírico”. “La literatura y la pintura son vertiginosas porque huelen”.
Considerada por algunos como su mejor libro, Umbral nos ha dejado una obra ingente y sublime, casi sin interrupción, aunque no fuera del todo considerado en la literatura y haya trascendido más incluso su genio (mal genio) y sus caprichos que su propio hacer periodístico/literario. Algo que sólo ocurre y puede suceder en un país como el nuestro, en el que los mejores de verdad nunca son bien vistos por la mediocridad malpensante, el vulgo, la masa, que diría Ortega y Gasset, estabulada en lo política y académicamente correcto. Por eso a Umbral, lírico y terrorista en el lenguaje, inventor de palabras, hijo directo los grandes como Quevedo, Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna, nunca fue admitido en la Real Academia de la Lengua española.
Umbral es como nuestro Henry Miller español, lo que reconoce en Diario de un escritor burgués. Y en Trilogía de Madrid lo cita: “leía yo mucho a Miller en Vallecas, ediciones clandestinas de Losada con olor a nafta y huevos con panceta”. Y ha sabido retratar, como nadie, nuestra España.
La prosa de Mortal y rosa está hecha de zambombazos líricos y lágrimas por un hijo muerto. Es comestible, convulsa, onírica y pictórica, porque lo daliniano también está presente. Escribir con la luz y los colores del pintor, insuflarle vida, carnalidad, a las palabras. Es un magnífico diario en el que se nos revela él mismo, desnudo, y a la vez nos muestra las esencias y miserias del ser humano. “Yo soy confuso, difuso, neblinoso”.
Continúa.

lunes, 27 de julio de 2009

Homenaje a Cabrera Infante y Lezama Lima (Lamama Mima)


Cabrera Infante, creador entre otras de La Habana para un infante difunto, también tuvo que exiliarse en Londres por motivos políticos, al igual que Zoé Valdés escogió París por idéntico motivo. Por su parte, Lezama Lima (Lamama Mima en clara alusión a su sexualidad, suponemos) escribió la monumental Paradiso, un canto a lo sensual y sexual.


La Habana que nos muestra la autora está perfumada con el olor/sabor de lo marino y lo salitroso, con la carne de puerco asado y los efluvios de halitosis del Uan, un chuloputa de quien se enamora perdidamente Cuca, y a quien vuelve a reconocer, pasados unos años, por su característico olor/hedor. Lo único que necesita Cuca, a pesar de su vida desgraciada, es pan, amor y chachachá, porque la “vida es así, un novelón… un culebrón venezolano”. Y esta novela “es el dramón de una mujer enamorada de un solo hombre, que no es lo mismo que de un hombre solo…”. Una mujer castigada por la vida, como un héroe dickensiano, en su versión femenina, apasionada y con una resignación infinita.

Me sigue gustando el sentido del humor con que emplea el lenguaje, musical, boleril, plagado de expresiones cubanas, así como los diversos narradores o puntos de vista, desde el cadáver -por excelencia cinematográfico, aunque es un recurso también utilizado por Rulfo, por ejemplo-, hasta la propia Cuca, el Uan (que nos narra el capítulo 5, Un cubano en Nueva York) o Pepita Grilleta (la voz de la conciencia). Curioso resulta el último capítulo en el que se establece, o parece entablarse, un diálogo entre Cuca y la voz de la conciencia, digamos de la Revo (la Revolución). (Ay, sí, tú, dale, resucítala, mira que ella no se merece esta muerte, en un derrumbe de un solar, nada poético…). Es lo que más yo quisiera, pero recuerda que debo pedirle permiso. No olvides que es ella quien me dicta este libro (se refiere a la hija de Cuca, María Regla). El nombecito de María Regla, dicho de paso, también se las trae, y es que a Zoé Valdés le encanta jugar con las palabras, los nombrecitos, que acaricia y mima hasta devolvérnoslos llenos de pasión desmedida como la vida misma.

Cómo me gustaría conocer a Zoé Valdés. Y qué envidia -sana, claro está- me da Idoia Arbillaga, que tuvo el gusto de conocerla en El Escorial hace años hablando de la "Generación del chícharo", de cómo sobrevivir en la isla a base de guisantes, o sea, chícharos.

Personajes y otros de Te di la vida entera

Pues heme aquí, de nuevo, con Zoé y sus personajes rocambolescos: el Fax y la Fotocopiadora, Buró con bucles, La Bajeza, las locas handicapés, Neuropatía óptica y Neuropatía periférica, la Bruja Roja, Leonarda Da Vence, El Ex-culo Nacional, Desequilibrio Crespo, Francaspa, Lila Escuela Medieval, el Tamaño Abad, Toti Lamarque y Tita Legrando, Legión de Honor Falsa, el Contestador Automático, Loreto el Magnífico, la Dama del Perrazo, el doble de Janet Jackson, la abogada Pélvica, y el presidente de la Egremonía, Mamerto Remando Betamax, entre otros. 
De Talla Super Extra Larga escribe: vestido de verde podrido –en clara alusión al Comandante- haciendo con la boca muequitas de retrasado mental o a alguien a quien ya le patina el coco por arterioesclerosis.



Cuquita, la prota, es una guajira que llega en el tren lechero a La Habana procedente de Santa Clara para trabajar como criada en casa de su madrina, María Andrea, y allí conoce a la Mechunga (la Mechu o Fala) y la Puchunga (la Puchu o Fana), dos lesbianas con quienes comparte cuarto, y que serán sus mejores amiguitas. 
Nada más llegar a La Habana, sufre los sinsabores de la vida, con un intento de violación por parte del hijo de su madrina, el mulato blanconazo, quien acabará llevándose a la piltra al hermano de Cuca, el asmático y católico crónico, “espectáculo con peste a culo”, escribe la autora, al que asiste Cuquita, que queda traumatizada para toda la vida, con la consiguiente fascinación y asco por el sexo. 
Siendo una adolescente, Cuca conoce a su amor, Juan Pérez, el Uan, en el cabaret Montmartre, con quien tiene una hija, María Regla. Pero Juan abandona a Cuca embarazada para exiliarse en Nueva York, donde se casa con otra mujer. María Regla, a quien descubrimos como la narradora evidente en los capítulos primero y sexto, crece llena de odio hacia su padre ausente y en cierto modo hacia su madre. María Regla se hace periodista en un país donde no existe la libertad de expresión, y se muere al derrumbarse su departamento derruido. Sobrevive, en cambio, su madre Cuca, quien nos aclara en el último capítulo que es “el mismísimo cadáver de María Regla quien está dictándome desde el capítulo uno, coma por coma, punto por punto”.



La novela está estructurada en once capítulos, cada uno de los cuales está introducido con un título tomado de la música popular cubana, y en particular boleros de los años 50. Incluso el título de la novela es musical. 
Por tanto, es una obra narrada a ritmo musical. Y es sobre todo un homenaje a dos pesos pesados de la literatura cubana, como Cabrera Infante y Lezama Lima (Lamama Mima)… 
Continúa.

viernes, 24 de julio de 2009

Zoé Valdés y Te di la vida entera

Aunque Zoé Valdés vive desde hace tiempo en París, porque el gobierno cubano no la ve con buenos ojos, se nota su cubanidad y nostalgia habanera en todo lo que escribe. 
A Zoé Valdés le gusta escribir con todos los sentidos, prueba de ello es su novela Café nostalgia, y sobre todo con el gusto y el olfato, como percibimos en Te di la vida entera, premiada como finalista del Planeta en 1996, y cuyo título nos invita a bailar y jeremiquear a partes iguales. 
La historia es realmente melodramática, donde la música y el sexo están muy presentes, y la protagonista es Cuca Martínez, a veces llamada, tal vez de un modo cómico, Cuquita, o Curuquita, la Niña o Caridad. 
Cuca es una sufridora, que por momentos me hace recordar el papel que interpreta Carmen Maura en ¿Qué hecho yo para merecer esto?, de Almodóvar, a quien cita en la segunda parte de la novela. 
Sin duda, Zoé Valdés se me hace almodovariana en su mirada femenina acerca de la realidad, el hombre machito y ausente por contraposición a la mujer confidente y solidaria, y esos personajes que parecen salidos del universo Almodóvar (léase el capítulo siete): Katrinka, la tierna y servicial cucaracha, el etíope Ratón Pérez, la Mechu y Puchu –también llamadas Fala y Fana-, Talla Super Extra Larga…. Continuará.

jueves, 23 de julio de 2009

Te di la vida entera

Te di la vida entera es el título de la novela de Zoé Valdés que he elegido para hablar el próximo martes en la cadena Ser, Radio Bierzo. 
Quizá no sea su mejor obra, pero a mí me apasionó cuando la leí por primera vez. Ahora que la estoy releyendo no me parece tan buena, lo que no significa que no lo sea, quede claro. 

Además, me sigue encantando esa forma de contar, tan habanera, a ritmo de bolero y guaracha, con ese lenguaje que engatusa y a la vez nos resulta tan melosón. 
También me gusta el recurso del narrador muerto, en este caso una muerta, algo muy cinematográfico, como hemos visto en Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses) del Billy Wilder. 
"No soy la escritora de esta novela. Soy el cadáver", escribe Zoé Valdés al inicio del primer capítulo. 
Se trata de un melodrama con aroma almodovariano, con el ingrediente sabroso de todos esos personajes salidos de la movida, en este caso, cubana: lesbianas, mariconcetes, putas y chuloputas, entre otros. 
También hay en la novela, sobre todo en el primer capítulo, un gusto por la narración celiana, véase Cristo versus Arizona, por ejemplo. 


La novela entera está plagada de cubanismos, que hacen deliciosa la lectura, y nos ayudan a degustar la realidad/irrealidad que nos muestra la autora, esa HABANA colorida, iluminada... con sus mujeronas de carnes duras, muslos gruesos... tras la que se esconde un mundo subterráneo de sexo y decadencia. 
Continúa.

Los rostros de medusa

Creo que esto de escribir directamente sobre el ordenata, en esta página en blanco del blog es un gran error, porque tenía escrito todo un texto dedicado a los poetas y poemas que recoge Ángel Luis Luján en su Antología, Los rostros de la medusa, y se me ha ido todo a carajo. La tecnología a veces juega malas pasadas. Ahora ya no me siento con fuerzas de escribir o reescribir lo escrito. Qué pena, porque había reseñado esta Antología, realmente muy interesante, al menos para mí, que acabo de descubrir a poetas conquenses de una gran talla, comenzando por Diego Jesús Jiménez, el maestro, a quien el amigo Tomás Néstor le está haciendo una tesis. Fue el propio Tomás Néstor quien me me regaló su Itinerario para náufragos y luego me lo presentó en León, en la pasada feria del libro. Los rostros de la medusa recoge 20 años de poesía conquense.

miércoles, 22 de julio de 2009

Sigue Cuenca

En Cuenca, como no podía ser de otro modo, se habló de poesía y poetas varios, se leyeron poemas al amor del jamón y el ron, y nos emocionamos sintiendo el ritmo de las palabras que tocan y acarician la piel sensual de la lírica. Víktor nos deleitó con sus lecturas, incluso la lectura de poemas de otros poetas, allí reunidos, en casa de Ángel Luis Luján, quien me obsequió uno de sus libros, donde recoge la poesía de varios autores, entre otros su propios poemas. Víktor Gómez también tuvo la gentileza de regalarme una de sus plaquettes artesanales, En un tiempo de gran orfandad, y Poemas del bosque y de la lluvia, cuyo autor es Antonio Rigo, una joyita, sin duda. "Cabalgo la serpiente del límite/ y no hay reposo/ sólo muerte o lucidez". Versos que me recuerdan al Morrison de los Doors. También leyeron sus poemas Miguel Mula y Rafa Escobar, mientras el gran Curiel pensaba a buen seguro en la composición de un poema, La Gatera, que algún día nos ofrecerá. Los poetas me han devuelto a una fantasía que ahora quiero mostrar:

"Viajé a través de la mirada inocente/con el silencio colgado de la razón/y el recuerdo atravesó el espacio de la demencia/por eso ahora estoy/entre el desequilibrio y un autobús de tercera/como un eco infinito/que susurrara el sabor de la belleza/porque he vuelto a resucitar de entre los marginados/para escuchar el grito azul/y el verano inspirador de los astros/quiero dejarme acariciar por el vaivén de las olas/y los girasoles untados de deseo". Seguiremos poeteando.

martes, 21 de julio de 2009

En Cuenca

Este pasado fin de semana lo disfruté en Cuenca, en compañía de poetas y amigos. Nunca había estado en esta ciudad, conocida por sus casas colgadas, como dicen allí, o casas colgantes, como diríamos los del noroeste. 
De la mano del amigo Curiel -como suele decirse- me encaminé a Cuenca en busca de gente con quien compartir buenos momentos, momentos poéticos quizá, y encontré a seres con mucha sensibilidad artística. 
Fue un encuentro divertido en el que uno, al menos, aprendió mucho y bien de la mejor poesía. No en vano, estuvimos en la tierra del maestro poeta Diego Jesús Jiménez, originario de Priego, pueblo donde habitualmente se celebran encuentros poéticos. Y este año, aunque no se celebró nada en la cuna del maestro Jiménez, sí tuvimos la ocasión de charlar, recorrer en pueblo -gracias María por hacer de cicerone-, comer en buena compañía, incluso tomar una siestecita a orillas del río, una siesta aderezada con la poesía del siglo de oro español, y así en este plan de lo más lírico. 
En Cuenca conocí a poetas tan singulares como Idoia Arbillaga, José Ángel García, Rafa Escobar, Ángel Luis Luján, Miguel Mula, Paco Mora y Víktor Gómez. Continuará.

Llamazares y La lluvia amarilla

Hoy toca hablar, en el programa de radio de la Ser, de Julio Llamazares, sin duda uno de los mejores escritores españoles de los últimos tiempos, con una extraordinaria obra poética, La lentitud de los bueyes y Memoria de la nieve. 

En realidad, el leonés Julio Llamazares, aunque ahora no escribe poesía como tal, nunca ha abandonado su condición de poeta, y prueba de ello es La lluvia amarilla, novela corta en la que alcanza las más altas cotas líricas, una narración impregnada de poesía desde el inicio hasta el final. 

La lluvia amarilla supone un ejercicio literario arriesgado porque el autor logra adentrarse en la "locura" y salir indemne de ella. Se trata de un monólogo desgarrador del último superviviente de un Ainielle, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés, aunque esta obra podría haber estado ambientada en cualquier de los muchos pueblos abandonados que existen en la provincia leonesa. 

El narrador, Andrés de Casa Sosas, asiste a la muerte y desaparición de sus vecinos y seres más queridos, como su mujer Sabina, sus hijos, Camilo, que desaparece en la guerra civil española, Sara, que muere de enfermedad, siendo chiquita, y su hijo pequeño, que emigra a Alemania, para no volver nunca más, incluso la muerte de su perra, a la que decide matar antes de que él se muera. 

La novela está teñida por el amarillo del olvido y la locura, la soledad y la herrumbre, el aullido del silencio y la luz fría del invierno, que se congela como la nieve, el miedo y la angustia, el cansancio y las hojas muertas. 

La lluvia amarilla es como un cementerio donde el narrador se reencuentra con sus fantasmas, su mujer, sus hijos, su madre. Tiene algo de Pedro Páramo de Rulfo y un aire de existencialismo, porque “cada hombre es responsable de su vida y de su muerte y solamente a él le pertenecen”, una reflexión acerca del paso del tiempo y la memoria. “Hasta los veinte o treinta años, uno cree que el tiempo es un río infinito… pero llega el momento en que el hombre descubre la traición de los años”, “el óxido como única memoria y paisaje de la vida”. 

La lluvia amarilla es también la crónica de una muerte anunciada: ya en el primer capítulo sabemos que al narrador lo encontrarán devorado por el musgo y por los pájaros, incluso cava su propia tumba (capítulo 17), y en el segundo capítulo asistimos al suicidio de su mujer, Sabina, colgada como un saco entre la vieja maquinaria de un molino, ahorcada con una soga, que el narrador, Andrés, utilizada a modo de cinturón y recuerdo. 

Julio Llamazares, que es un grandísimo poeta y narrador, recrea como nadie el mundo rural.

miércoles, 15 de julio de 2009

En la cantina de Colinas del Campo


El Bierzo como imán, Colinas del Campo de Martín Moro como espacio mítico, La Cantina como lugar de encuentro y reunión. Cuando algo se quiere de verdad no resulta difícil conseguirlo. Hubo una vez en que los representantes de El Colectivo Cultural “La Iguiada” decidimos reunirnos en Colinas para tratar temas varios acerca del futuro del Colectivo, que como algunos sabrán, a estas alturas del partido, edita una revistina cuyo nombre es La Curuja y posee el dominio nocedadelbierzo.com 

Desde este espacio de libertad quiero expresar mi agradecimiento a aquellos que han contribuido con sus colaboraciones a hacer posible tal proyecto, así como a quienes se han preocupado por darle difusión a La Curuja, como es el caso del Coordinador del Filandón, Alfonso García, Emilio Gancedo, redactor del Diario de León, o el maestro Trapiello, que en su columna del Diario, Cornada de lobo, también nos ha reseñado en más de una ocasión. 
Aquel día decidimos hacer una “quedada” en Colinas porque nos parecía, a uno le sigue pareciendo, un pueblo singular, un sitio en el que llegado el caso uno podría practicar la meditación trascendental, y aun otras espiritualidades. Ya sabemos que la espiritualidad, en estos tiempos obscenos en que vivimos, no está bien vista ni tiene cabida en nuestra sociedad/suciedad. Pero a nosotros nos asquea la falta de sensibilidad. 
Colinas, además de un pueblo coqueto, resulta inspirador, esto es, entrañable. Tanto es así que aparece como escenario en una historia que escribiera hace algunos años. Por cierto, esa historia, Duende leonés tuvo un premio en el Certamen literario del Festival del Botillo de Bembibre. 
Por tanto, uno se siente ligado afectivamente a este pueblo de la alta montaña berciana. Colinas fue propuesto por nuestro paisano y amigo Pablo Arias, desde Dublín, lo que no fue impedimento para que se desplazara de la capital irlandesa hasta el Bierzo. Con ganas e ilusión seis personas nos reunimos en Colinas, sólo dos vivimos en el Bierzo. El resto vive fuera de la comarca, en Madrid y Alicante, aunque todos tengamos orígenes nocedenses. Fue un gran placer compartir mesa y mantel con los curujeros. Un encuentro mágico. 
Bajo la atenta mirada del Catoute charlamos, firmamos documentos, sacamos en claro algunas cosas, y sobre todo disfrutamos de la compañía, la amistad y una comida excelente. Sin duda, el Bierzo Alto atrae como un imán, y La Cantina fue una realidad.

Sostiene Alfredo (El Kojo de Kalamokós)

Sostiene Alfredo, alias El Kojo de Kalamokós, que el pueblo de Calamocos proviene del griego Kalamós. Es la suya una ocurrencia bien entamada, aunque no exista una teoría que justifique esto. Si bien Alfredo, oriundo de Calamocos, está convencido de que el nombre de su pueblo es de procedencia griega. Lo cual viene a confirmarnos que estamos ante un lugar fantástico dentro de la geografía berciana. Ahora va a resultar que también los bercianos, además de romanos y celtas, tenemos orígenes griegos. Cierto es que hay una isla llamada Kálamos, y aun una aldea con el mismo nombre. Mas esto no es suficiente para confirmar la premisa de partida. Como quiera que Calamocos es un nombrecito no muy agraciado, Alfredo ha buscado la forma de convertir lo feo en hermoso, de transformar lo mal parecido en piedra filosofal, y es que Kalamokós, dicho así, con K y con una tilde en la última o, ya nos va sonando a algo exótico. Un nombre que invita a adentrarnos en la mitología griega. Según la mitología, Cálamo es hijo del dios fluvial Meandro, de Frigia. Al parecer, Cálamo se convirtió en una caña que creció al lado del río. Proviene del latín Calamus y del griego Kálamos. Y hace referencia, como ya se dijo, a una caña, que era utilizada en la antigüedad para escribir sobre papiro o pergamino. El origen del nombre de Calamocos resulta, cuando menos, curioso, y ha habido mucha confusión al respecto. Uno de los significados más aceptados en la actualidad es el que deriva del latín “Calamaucum", que viene a ser algo así como una gorra en forma de montera o mitra. Mas en este espacio quiero reivindicar la teoría de Alfredo, que se me antoja extraordinaria en lo que tiene de poético. Es Alfredo un hombre ocurrente y simpático, al que tuve la suerte de conocer en la llamada Universidad de la Experiencia, que es una universidad a la que acuden quienes aún aspiran a aprender, a aprender y a enseñar, claro está, pues estas personas tienen mucho que enseñarnos. Y la prueba está en el Kojo de Kalamokós, que con su admirable sentido del humor, me ha enseñado que el nombre de su pueblo es, en esencia, un nombre apolíneo, por decirlo a la griega. No estaría de más, sin embargo, realizar una investigación con el fin de aclarar si su hipótesis es correcta, aunque bien mirado a uno le sirve la conjetura en sí misma, como algo válido, y sobre todo como algo fabuloso. La realidad no es sólo como nos la pintan, sino como uno la siente, imagina o transfigura. 
Y Calamocos, a partir de ahora, se ha convertido para mí en un pueblo legendario.

martes, 14 de julio de 2009

14 de julio


La Bastilla

Ya sé que no queda bien decir que uno se siente revolucionario. Ser revolucionario, amén de un modo de estar en el mundo, no queda bien de cara a la opinión pública, sobre todo en este tiempo de agache de orejas y sumisión, y a obedecer, que para eso estamos. Lo más sabio, coherente y acertado consiste en adaptarse al sistema, aunque este sea una mierda, nomás. 

En el calendario, que habitualmente tengo colocado en la pared de la cocina, el 14 de julio siempre es día señalado, o sea, rojo. Rojo como los pañuelos que se lucen en los Sanfermines o Rouge, como la película del genial Kieslowski.

No importa el lugar en que me encuentre, porque este día se torna rojo a mi vista, color que por lo demás me encandila. Y no importa que ahora permanezca en el Bajo Bierzo, a veces en el Alto, componiendo versos a la madonna de Las Chanas, o intentando darle orden y concierto a algunas ideas, porque bien pudiera estar zascandileando por la rue de Lappe, que es calle golferas y con sabor a pincho de tortilla española. Los aledaños de La Bastilla parisina siguen vivitos y rabeando. A santa Genoveva, gracias.

La plaza de La Bastilla es en la actualidad símbolo de libertad, y meollo donde los jóvenes acostumbran a reunirse (en las escalinatas de la Ópera), en busca, quizá, de un tiempo ideal, nostálgico. No olvidemos que en otra época La Bastilla fue vergonzoso emblema de todas las tiranías, lugar de abuso y reclusión. Sin embargo, ya nada queda de la fortaleza en la que encarcelaran, entre otros clarividentes, a Voltaire y al divino marqués de Sade. Una prisión ésta que al propio Sade le sirviera como catre literario, y espacio en que moverse, paradójicamente, con espléndida libertad de espíritu. 

Capaz de redactar/orgasmear en treinta y siete días, en un rollo de papel y con letra casi microscópica esa novela -o tratado de psicopatología sexual- titulada Las 120 Jornadas (cornadas) de Sodoma en todo el mogollón humano-animal. De esta obra feroz y delirante hay una versión cinematográfica desgarradora, perteneciente al controvertido Pasolini. Película que tuve ocasión de ver por primera vez en el cine Accatone, ubicado en el Barrio Latino de la Ciudad de la Luz. Y con Aline et Valcour, novela filosófica escrita también en La Bastilla y en forma epistolar, Sade profetiza la Revolución Francesa.

En mis tiempos de cast member al servicio de la factoría Disney, hace ya un porrón de años, pero tal día como hoy, 14 de julio, mi psiquis lograba hacer su revolución particular, luego de burlar a una manada de morlacos, y darme al pire del castillo de La Bella Durmiente; pudiendo, al fin, asistir al concierto que ofreciera Jean Michel Jarre en el Champ de Mars. Con la Torre Eiffel como escenario de fondo. Qué magnífica velada, al amor/calor de la música electrónica.


El 14 de julio es fecha que me hace sentir libre y hasta libérrimo. “Sí, soy libertino, lo reconozco -escribe el marqués de Sade-; he concebido todo lo que se puede concebir al respecto... pero no soy ni un criminal ni un asesino”. Uno debería ir más allá de cualquier barrera convencional, transgredir los límites, multiplicar los placeres sin repetirlos, huyendo de la monotonía y de la realidad mediocre que nos está trincando. Incluso habría que acariciar los techos celestes, donde los colores se pintan encarnados y subversivos. 

Bercianos, un esfuerzo más si queréis ser republicanos. Pero no vayamos a caer en un nacionalismo estúpido, porque éste es el último refugio de los granujas.

César Vallejo y los mineros

Recupero este artículo publicado hace años en Diario de León. 

Hay un poema de César Vallejo que me sigue estremeciendo cada vez que lo leo. Se titula «Los mineros salieron de la mina», y está incluido en los poemas póstumos de este grandísimo poeta hispanoamericano. 

«Craneados de labor/y calzados de cuero de vizcacha,/calzados de senderos infinitos,/y los ojos de físico llorar,/creadores de la profundidad,/saben, a cielo intermitente de escalera,/bajar mirando para arriba,/saben subir mirando para abajo... ¡Salud, oh creadores de la profundidad...!». 
Os recomiendo que os acerquéis a este poeta, si no lo conocíais, o volváis a él, si ya sabías de su existencia. Descubriréis en su poesía una manera personal, desnuda y directa de hablar, un mundo cercano, familiar y extraño a la vez, porque su mundo no está hecho con la lógica brutal y absurda de este reino, sino con el sentimiento de quien ama la belleza por encima de cualquier ley. Es el suyo un olor de tiempo abonado de versos. «¡Mucha felicidad para los suyos!/¡Son algo portentoso, los mineros/remontando sus ruinas venideras,/y abriendo con sus voces/el socavón, en forma de síntoma profundo!». Vayan estos versos por todos aquellos que han quemado sus entrañas pulmonares en la puta mina. 
La primera vez que oí un poema de Vallejo fue en el programa Rosa de Sanatorio de Radio 3. Hace años. Aquel poema era Espergesia, que pertenece a Los heraldos negros. Y me quedé impresionado. 
Entonces uno estudiaba en las noches vetustenses, cuando los cuélebres duermen su soledad existencial en mitad de la nada, y los trasgos, en forma de inspiración sensual, se colaban de rondón en la morada de nuestras aspiraciones a poeta maldito. Cuántas ilusiones intactas de jovencito rebelde. Cuántas noches en vela, en busca tal vez de un tiempo lírico, un mundo mejor, una mirada que se hiciera caricia, un sabor que oliera a amor y pasión, un revolcón en tu lecho de rosas con Valle, tu musa y novia, mientras en la radio sonaba la música minimalista de Philip Glass. 
En aquel programa de radio, Rosa de Sanatorio, que cada noche seguía casi con beatitud, cual parroquiano de las nuevas músicas, descubrí la magia de algunos escritores, que aún hoy leo con entusiasmo. Uno no debe perder su capacidad de emocionarse. Entre aquellos escritores que escuchara cada noche estaba Vallejo. Una época aquella en la que aún era posible soñar. Cuántos sueños a la luz de un flexo y al amor de un programa de radio fascinante. 
Gracias, Moreno-Ruiz, por aquellos programas de radio tan extraordinarios.

Miller y El coloso de Marusi

Henry Miller, no confundir con Arthur, es hoy un escritor casi olvidado entre filólogos y gentío del realismo sucio, el Kronen y el prozac. No se estudia en los institutos ni en las universidades. Permanece como oculto, tal vez porque sólo se le recuerda -quien lo recuerda- como un provocador, cuyos textos están impregnados de sexo. 

En cualquier caso, este estadounidense nacido en Brooklyn, Nueva York, dejó huella en toda una generación de escritores, como la llamada Beat Generation, entre los que se encuentran Kerouac y Burroughs.

Miller es conocido sobre todo por sus Trópicos, el de Cáncer y de Capricornico, ambos geniales. Escrito el primero, Trópico de Cáncer, en la ciudad de París, donde el estadounidense decidió auto-exiliarse en busca de la libertad que no le procuraba por aquel entonces su país. En Francia fue donde Miller alcanzó el éxito, como tantos otros extranjeros. Entonces Francia, y en concreto París, era el lugar universal por excelencia, la cuna de los artistas.

Miller es sin duda un maestro de la acracia, la libertad y la contracultura. Lo primero que leí de él fue Trópico de Cáncer, que me pareció pura dinamita. Una beca Erasmus me hizo conocer la ciudad francesa de Dijon, uno de los espacios de esta novela. El otro es París, ciudad en la que también he vivido. A Dijon había llegado Miller para dar clases de inglés en un instituto, creo recordar que fue el Lycée Carnot. Y se quedó congelado, según cuenta el propio autor, porque Dijon -doy fe- es un sitio para zorras polares y lobos esteparios, impregnado de mostaza, en la que me instalé durante algún tiempo. Acabé trabajando como profesor de español en una Academia de Lenguas, donde conocí a una canadiense de Toronto, Jessica Torrens, que me descubrió a Miller en todo su esplendor: Trópico de Capricornio, Los días de Clichy, Primavera negra, Sexus...

  Ella lo leía en lengua original. Afortunada la gachí. Jessica daba clases de inglés y era muy milleriana. Leía a Kerouac y Bukowski, y tenía un aire con Anaïs Nin, la amante de Henry, June (Mona), Artaud, etc. A través de esta guiri rayada de ensoñación y nieve derretida en el lago Kir, Miller me supo a emoción perfumada, feromónica, excitante. Me tragué toda su prosa vitalista y autobiográfica. A partir de ese momento decidí que Miller es uno de los más grandes escritores que ha dado el siglo XX, y probablemente uno de los mejores de la literatura universal, aunque esto no deje de ser una apreciación subjetiva. No en vano, Miller reivindica a algunos de los maestros de la literatura como Dostoievski o Rimbaud, al que le dedica un ensayo, El tiempo de los asesinos. Además de un escritor a contracorriente, con una voz muy personal, Miller es un filósofo, que analiza la realidad de su tiempo y nos la devuelve cargada de lirismo. Hoy, en la radio, hablaré de una de sus obras maestras, El Coloso de Marusi, que escribió en 1941, con motivo de un viaje a Grecia, invitado por su amigo, el escritor Lawrence Durrell. "Mi amigo Durrell me esperaba en Atenas para llevarme a Corfú", escribe Miller en las primeras páginas de este libro, uno de los mejores de viajes que haya leído. Una auténtica revelación y un baño de luz. Con este libro Miller nos sumerge en las cálidas aguas del mediterráneo y no hace embriagarnos de la sensualidad griega. "La tierra griega se abre ante mí como el Libro de la Revelación", "La luz de Grecia abrió mis ojos, penetró en mis poros, dilató todo mi ser". Después de esta relectura prometo volver a Grecia, con el Coloso bajo el brazo.

viernes, 10 de julio de 2009

El Coloso de Marusi1

Me han llamado de Radio Bierzo, cadena Ser, para hablar de un libro, y he elegido un clásico de la literatura, El Coloso de Marusi, cuyo autor es Henry Miller. Tenía escrito un texto sobre Miller y su libro pero las interneses de mis carallos se descuajeringaron, y todo se me fue a la mierda. Volveré a escribir o reescribir lo que tenía, que ya no será excatamente igual. Pero ahora el tiempo apremia, y tengo que prepararme para ir al Festival de Ortigueira. Continuaré en cuanto pueda con el Coloso de Miller, que ya será a buen seguro la mañana del próximo martes, antes sin duda del programa de radio al que me ha invitado Beatriz.

El coloso de Marusi

Me llama Radio Bierzo, Ser, para hablar de un libro, y no he dudado en elegir un clásico, un libro de Henry Miller, quizá una de sus obras más desconocidas, y sin embargo una obra maestra de la literatura del siglo XX. 


Tengo la impresión de que Miller es, sigue siendo hoy un escritor casi olvidado entre filólogos, incluso el gentío del realismo sucio, el kronen y el prozac. 
A Miller se le recuerda sobre todo por su faceta provocadora y desinhibida, por su vida bohemia y sus modales de macho follador, porque “Las gatas de raza, como los escritores de raza, follan con cualquiera -como nos recuerda Umbral en Las palabras de la tribu-. Pero eso es bueno para que sigan las especies y siga la literatura". 
Miller, maestro de la acracia, la libertad, la contracultura y el sexo, ha sido mucho más que una experiencia literaria para el Umbral de Diario de un snob 2. Y por supuesto, para toda su obra. A través de sus "Trópicos", quizá sus obras más conocidas, nos metió el gusanillo del amor libre y marcó a varias generaciones de jóvenes, entre otras a la Beat Generation. Acusado por los más reaccionarios de libertino o autor perverso, Miller se declaró anarquista y antiamericano. Lo primero que leí de Miller fue Trópico de Cáncer, que me pareció pura dinamita. Una beca Erasmus me hizo conocer la ciudad francesa de Dijon, uno de los espacios de esta novela. El otro es París, ciudad en la que también viví. A Dijon había llegado Miller para dar clases de inglés en un instituto, el Lycée Carnot. Y se quedó congelado. Dijon es un sitio para zorras polares y lobos esteparios, impregnado de mostaza, en la que me instalé durante algún tiempo. Acabé trabajando como profesor de español en una Academia de Lenguas, donde conocí a una canadiense de Toronto, Jessica Torrens, que me descubrió a Miller en todo su esplendor: Trópico de Capricornio, Los días de Clichy, Primavera negra, Sexus... Ella lo leía en lengua original. Afortunada la gachí. Jessica daba clases de inglés y era muy milleriana. Leía a Kerouac y Bukowski, y tenía un aire con Anaïs Nin, la amante de Henry, June (Mona), Artaud. Etc. A través de esta guiri rayada de ensoñación y nieve derretida en el lago Kir, Miller me supo a emoción perfumada, feromónica, excitante. Y me tragué toda su prosa. Miller continúa siendo, al menos para mí, uno de los más grandes. Y su Coloso de Marusi se me hace un libro revelador, lleno de luz y exquisita sensibilidad, que escribió sobre un viaje a Grecia en 1941. país que visitó invitado por Lawrence Durrell; el libro más que una guía al uso es un monumento lírico a la sensualidad mediterránea, una crítica brillante al modo de vida americano y un alegato por la paz.

jueves, 9 de julio de 2009

Polvorín sangrante de santidad

A veces el sentido común se vuelve desgraciado y un sin sentido. No es oro todo lo que reluce en nuestro aséptico mundo, también engañador y putañero, perverso y bestialmente aniquilador. No tengo el gusto de haber estado en Iraq ni en Siria, ni siquiera en Jordania, mas podría ser interesante, sin duda, darse una vuelta por el polvorín sangrante de la santidad, a pesar de la cochambre y la pesadez ontológicas que a buen seguro gobiernan la vida diaria. 


No digamos nunca jamás porque la morería también nos forma y conforma, bien lo sabemos, aunque reneguemos una y mil veces de nuestra ancestralidad, y por supuesto también forma parte de nuestro universo, porque no vivimos en una burbuja, sino en un contexto, que en muchas ocasiones es jodido, pero esa es nuestra realidad, y la realidad de todo Cristo, qué en gloria del Señor esté. Sospecho, intuyo, logro atisbar, desde este Bierzo olla/hoya que el Iraq de los gringuitos, colonizadores intrépidos, no es mejor que el de Sadam. 

La misma mierda se respira aquí y en Pekín, ahora más que nunca. Y es que el mundo, tal y como está concebido por nuestros semejantes/prójimos, está podrido hasta la médula, por el lado moro y por el lado cristiano, protestantín, catoliquín y apostoliquín, y aún por otras orillas, digamos misticoides -tal vez se salven algunos budistas en pos del Dharma-, que en el mundo de los vivos tampoco acaba uno de verla. 

Desconfío, cual buen ateo, nitzscheano y surrealista, de la especie humana, demasiado animal para ser creíble. Me fío más de algunos animalitos, que sueñan, piensan y sienten y hasta diría que tienen conciencia de la finitud, sobre todo desde que descubriera la etología de Lorenz, Tinbergen, etc. 

Mientras no abandonemos toda suerte de religión, imperialismo, etnocentrismo, etc, seguiremos en un barco a la deriva por estos glaciares venidos a menos, aunque en esta orquestina cósmica aún faltan trompeteros que nos toquen el Requiem mozartiano del Apocalipsis. Sólo por escuchar el Requiem viviría eternamente. Vivir para contarla, como esas deliciosas y apasionantes memorias de Márquez. No nos pongamos estupendos. Tampoco es necesario dárnoslas de viajeros livingstone para valorar en su justa medida lo que procura cada una de las culturas/inculturas/pensamientos/sin razones que en el mundo son. 

El islam, aún siendo un engañatolos, que lo es, para qué hacernos los turcos, es un arma que sumerge a la población en un atontamiento, que impregna con su hálito o halitosis la vida al completo, mas no es peor que la beatería casposa, cutre y vieja de un cristianismo trasnochado y matarife, y los castellanos viejos, punto picarones, somos por lo demás (son, que queda más despersonalizado) unos cascotes afectivos/desafectivos, poco o nada sensuales, etc, algo que se contrapone con una supuesta sensualidad árabiga, aunque ésta pertenezca a la mítica e idealizada danza del vientre y las mil y una noches al amor de la hoguera de un cielo estrellado, protector y eróticamente ensoñador. 

"Nosotros también tuvimos Torquemadas y Escrivás de Balaguer", y los seguimos teniendo, por desgracia, que en nuestro país, estado laico y aconfesional, sigue teniendo mucho peso y mando la clerigalla, opus dei en ristre, y la guita -poderoso caballero Don Dinero-, sobre todo en manos de ricos hechos a prisa, ignorantes para las letras, pero muy listines para afanar y hacerse de oro. 

Cierto es que la Djemaa de Marrakech es como "una plaza europea del siglo XIV llena de mercachifles y barberos, mendigos y magos, encantadores de serpientes y sacamuelas. Ciegos, cojos sin manteca, desdentados, tiñosos...". El encanto de esto reside en que es un buen escaparate en que reflejarnos, pues si nos damos un voltión por el Bronx, incluso por el Manhattan de la neoyorkina manzana, ciudad señera del primer mundo, la cosa no mejora sustancialmente, ya que también uno se topa con toda una fauna desquiciada y hambrienta de estímulos, sedienta y abatida, desequilibrada por el capitalismo demoledor, por esa globalización de la miseria, que sigue alimentando a puros gordos y enflaqueciendo a los de siempre. 

También algunos hombres, entre los que me gustaría incluirme, buscamos algo más, más allá de la apariencia física y la superficialidad, incluso buscamos la ternura, la sensibilidad, la Belleza, "la única protesta que merece la pena en este asqueroso mundo", decía el siempre recordado Trecet en sus musicales Diálogos 3, y toda una estética aderezada con los cánones griegos de la proporción, la armonía, etc. 

No resultan creíbles las generalidades: los hombres son tal, y las mujeres mascual. Cada individuo es un mundo, que vive y siente en función de unas circunstancias, y cada historia, aún siendo común a la especie, es particular en su esencia última. Todos somos iguales, que diría Orwell, pero unos más iguales que otros en esta granja de animales cotorreros, corral de ganado parlante, donde también nos encontramos con cerebros superdotados, como Hawking, que si fuera Hawkinga también podría ser amada por algún donairoso y apuesto caballerito deslumbrado por la inteligencia cuántica y el interés por la expansión del universo. 

Confieso que a uno le gusta la belleza física, apariencial de una mujer, aunque sé, creo, apreciar la belleza interior, que es exterior para quien sabe verla, observarla. Y el amor/enamoramiento también funciona como algo neuroquímico, feromónico. 

A uno le gusta o no le gusta el olor, el sabor del Otro. Por eso, no creo que uno pueda enamorarse a primera vista, en flechazo luminoso, sino cuando quedamos atravesados por el rayo de la palabra curativa, balsámica, y esos fluidos rosa que envuelven e impregnan al ser. Yo tampoco sería capaz de enamorarme de una tosca, zafia, bruta, sin chiste, sin chispa, sin sensualidad... Eso creo. Por eso este mozuelo sigue queriendo volar, como en sus sueños de tierna infancia, y aspiro a ser un dandy como Baudelaire y un aventurero como Rimbaud. Qué cosas.

Inspiratrices

DE nuevo contigo, comulgando cual buen feligrés, con/en el cáliz de tus palabras y la hostia luminosa de tus pensamientos. Humana, bien humana te me estás mostrando, musa entre las musas, y eso me sabe a amanecer, a dintel de luz, a llama viva, a inmortalidad, a luz herida que me atraviesa las entrañas y me hace tocar/acariciar la quintaesencia de la realidad/surrealidad. Me entusiasma que la chica-Penélope, la rapaza-Circe-Calipso, y tantas cuantas "inspiratrices" la moldean y revelan, siga hilvanando verbos fluidos, irónicos y juguetones, libres y hasta libérrimos, deliciosos sin duda. No puedo olvidarme de alguien como tú, alguien que siento conocer, como en un ya visto o degustado, un espíritu sublime, que contagia vitalidad y afecto, pasión y entrega. Comparto contigo ese gusto por la vida/literatura, ese devolver vida a la literatura, que dijera el Miller visionario, ese vuelo lejano y seguro, la conversación animada, el alejamiento del ruido-hombre-mujer-masa, y lo que todo eso conlleva... Aunque no tengo niñitos ni niñitas, bien sé que los niños suelen sentir adoración por sus mamás. Algo sé, insisto, no en vano me he pasado una buena parte de la vida dándole al psicoanálisis, que de momento aún no he cambiado por el clarinete, como Allen, y aun a otras suertes terapéuticas, como aquel arte-teatro-terapia que, como "stagiaire" en un psiquiátrico de Dijon, tuve ocasión de practicar con algunos psicóticos, digamos en fase creativo-delirante-alucinatoria. Dijon me recibió, primero como Erasmus, y luego como becario en temas de la psique. También en la capital de la Borgoña, región que por lo demás tiene cierto parecido con el Bierzo, impartí clases de español, como Lector, en un Lycée, y llegué a familiarizarme con la "francesidad" viviente y andante. Muchas vivencias en aquel Campus, que en domingos se volvía cementerio, como les gustaba decir a una tropa de mexicanos/as con quienes enganché a la primera. Pero ahora estoy seducido por la Galicia valleinclanesca. Siento devoción por este gallego universal, dramaturgo con alma de poeta, expresionista y visionario, gran conocedor de lo meigalloso y la hisponoamericanidad, en concreto lo "mexica".

Asomado al horizonte

Espero no intoxicarme de ti, quiero decir, de tu medievalismo y de tu alma en pena errante entre el vértigo que procura la angustia y el ansia de infinito. 

Seguiré entrándole, pasito a pasito, a tus verbos hasta convertirme en verdad en un versolari asomado al horizonte verde, blanqueado de algún sueño que pudiera hacerse realidad. Supongo, amada mía, que no todos tus versículos serán lastimeros ni metafísicos, algunos tendrás que entonen cánticos de alegría y alborozo en este valle de verdores, que a veces se torran al sol de mediodía, y muchas otras se ennegrecen con la mala saña y la pólvora de algún matarife hijo de puta, que los hay en abundancia, para qué engañarnos. Cierto es que en el trato pareces una diosa del engatusamiento, una mujer cálida, cercana, fascinante, porque es la tuya una presencia escénica, una fotogenia espiritual y poemática que ya quisiera alguna actriz de esas que se creen la mamá de los pollitos. Tú, empolvada y emperifollada, debes ganar muchisísimos puntos. Los ganas, sin duda, y es que lo corporal es el principio de tu espíritu, y la carnalidad, estimada carnalita, sigue apantallando mucho y bien. Sí, sublime y carnal, me fascinaste con tu verbo desenvuelto, tu inteligencia chispeante, tu brillo poético, tus ironías y tus lirismos. 

También el Umbral de Mortal y rosa se sentía lírico e irónico, estilista y terrorista, como todos los grandes poetas que en el mundo son. Espero que tu metamorfosis "gusanesca" no te bascule hacia el absurdo kafkiano, porque tu debes seguir siendo lúcida y luminosa, como luciernaguita, en esta vida que es teatro, sainete, espectáculo, muchas veces grotesco, expresionista, rayado de absurdo existencial, pero ahora que nos hemos encontrado, que caminamos por las sendas adecuadas, que seguimos reencontrándonos, podemos aventurarnos y aun hacer lo que nos venga en gana, sin cortapisas, la imaginación es libre, siempre que se tenga imaginación, y tú eres alma imaginativa, espero que resolutiva, luego podemos volar como pajaritos, ya te lo había dicho, mas el recuerdo me embarga y me hace sentir la levedad del ser. De todos modos, y para serte fiel, te diré que con veinte años también sentí la libertad, y sobre todo en mi primera época francesa -cuando llegué a Dijon con unos veintitrés años- encontré la vena liberal y libertaria, y ya en México -con veintiséis- di rienda suelta a mi cuerpo/espíritu y llegué a vivir allá, bajo el influjo del peyotl, como buen tarahumara (esto es un decir, tampoco hay que tomárselo al pie de la letra), más en unos años que el resto de vida, la anterior a esa etapa, y la posterior también, lo que no deja de ser una impresión. Continuaré dándole.

Carta a una señorita imaginaria, quizá real

No sabes cómo me alegra que sólo haya sido un momento pasajero, como esas veloces nubes que nos alucinan y nos ayudan a viajar, como en una alfombra mágica, sobre un cielo algodonoso, tierno, acogedor. No estoy seguro de que la vejez, o los años, procuren más sabiduría, porque cuanto más crezco y conozco, menos sé, y no lo digo como postura socrática ante la vida, es la realidad, o al menos la realidad tal como la percibo. 
Uno añora la juventud de los veinte años, incluso de los treinta, cuando todo estaba por hacer, o uno así lo creía, cuando uno era todavía proyecto de algo, cuando el mundo estaba ahí para recorrerlo, y lo recorríamos con entusiasmo, sin mirar para atrás, ni siquiera para adelante. Juventud, divino tesoro, mas no nos pongamos estupendos, que cada época tiene sus momentos, y esos son los que debemos disfrutar, apurar, como un buen vino berciano, sirvámonos un Cepas Viejas, por ejemplo. ¿Te gusta el vino? Pocas veces lo tomo, pero cuando lo hago me gusta que sea bueno... A mí sí me gusta la primavera, y me hace entrar de lleno en la vida y en la ficción, como si estuviera en el Amarcord de Fellini, l'amore e ricordo de un tiempo dichoso, aunque el verano sea tal vez la estación más lírica y festiva de todas. 

"La primavera es una corona de novia", escribe Umbral, ahora que debe dormir la siesta eterna con la corona papal de la solemnidad. "Abril y mayo son flores en la cabeza de una adolescente -añade-, en el pelo verde de la pubertad del mundo". 

En el Bierzo la gente, con ganas de jarana, revive en cuanto llega el verano, porque todo se resuelve en fiesta y romería, saraos miles en cualquier pueblecín, hasta en los más remotos lugares donde se hacen sardinadas, asados de carne, etc. 

España entera es una gran fiesta, sobre todo en verano. Y eso alegra el cuerpo. Aunque uno no sea muy verbenero, cada vez menos, eso es lo cierto. Pero se divierte uno viendo al personal disfrutar de la farra. Recuerdas: Te me presentaste tú solita, con una sonrisa balsámica, envuelta en un halo de afectividad, mágica y humana. Qué delicia. Tus escritos, tus cartas me encantan, y a veces sueño que te acaricio a través del tacto suave de tu piel internáutica. A lo mejor es que somos almas gemelas, y comenzamos a compenetrarnos. Comparto contigo lo "asocial", lo anárquico y lo antiprotocolario. 

Siempre he ido a contracorriente, tengo vena hippy, aunque soy cercano y cariñoso con quienes se lo merecen, buen amigo de mis amigos, los de verdad, y cuando beso o abrazo a alguien que quiero lo hago con el sentimiento a flor de piel. Me hace gracia lo que dices acerca de besuquear, cuántos besan al aire, como a menudo hacen los franchutes. En cambio, los hispanos suelen dar un solo beso de cortesía, que por lo general suele ser cálido, cercano. Dime cómo besas y te diré quien eres, dime cómo saludas, incluso con la mano, y sabré cómo eres. El beso como significante que define a la persona, porque hay quienes al darte la mano, ya no digo un beso, parece que se la echaran a un perro. 

La próxima vez, que espero sea pronto, te besaré la mano, tu mano inteligente, y si me lo permites nos daremos un abrazo de verdad, no como esos abrazos que casi siempre se mandan por correo, y pocas veces se dan comme il faut, que dicen los relamidos francesitos/as. Para mí es imprescindible tu tacto electrónico, el contacto contigo. Besines y caricias miles.

Ortigueira

Mañana toca Ortigueira y su festival celta, al que voy desde hace un montón de años. No quiero perdérmelo, aunque mañana viernes la amiga Raquel Lanseros estará a orillas del Órbigo, declamando su poesía, acompañda por amigos y poetas varios como Curiel, López Costero, Folgueral, etc. Espero que se lo pasen bien, y al día siguiente su excursión por el Valle el silencio se torne lírica como un amanecer rosáceo. Qué siga la música.

martes, 7 de julio de 2009

El café de Arlés

Arlés es un pictórico y magnífico nombre de un café de Ponferrada, cuyo dueño es a su vez el de la antigua y entrañable Zorrilla, aquella librería de nuestra infancia, donde comprábamos libros de texto de Everest. 
Arlés o Arles (escrito a la francesa) es además una luminosa ciudad situada en el Midi francés, en la región de la Camargue, donde Van Gogh pasara algún tiempo pintando la luz, y algunos de sus cuadros más singulares, entre otros, L’Arlesienne, La habitación de Vincent en Arles, El café nocturno de la Place Lamartine, Terraza del café de la Place du Forum en Arles por la noche, y El puente de Langlois, cuyo modelo real, que al pintor le recordaba los puentes de madera de su país natal, Holanda, sigue en pie en esta antigua, mediterránea y hermosa ciudad, y merece una visita, sobre todo para los seguidores y devotos del pintor. Por ahí estuvo recientemente el amigo y gran poeta Miguel Ángel Curiel, merendando con una buena botella de vino, y en compañía de Nuria. En cambio, no se conserva ninguno de sus cuadros en Arlés. Por tanto, si uno tiene interés en ver su obra lo mejor es acercarse a Amsterdam, donde le dedican todo un museo, que lleva su nombre, y está al lado de otro de los grandes museos mundiales, el Rijskmuseum.


La estancia de Van Gogh en Arles, aunque breve, es quizá la más productiva e intensa. Como podemos leer en sus “Cartas a Théo”, que están recogidas en un libro fascinante, escrito por un verdadero artista, capaz de escribir con la sensibilidad y la luminosidad con las que pintó. Las mujeres aquí (en Arles) –le escribe Van Gogh a su hermano Théo- son muy bellas y encantadoras, tanto como las que pinta nuestro colega y amigo Alfonso Fernández Manso, cuyo estilo nos recuerda al expresionismo de Merello, y cuya inspiración la ha encontrado en los diferentes y muchos países que ha visitado y recorrido, aunque él se dedique a la enseñanza de la ingeniería forestal en el Campus de Ponferrada, y hacer proyectos como “Las casas del hombre de Bembibre” y sus “ecomuseos” para las localidades de Arlanza, San Esteban del Toral y Labaniego, su querido pueblo adoptivo. 
 El café de Arlés se me antoja motivo suficiente para darse una vuelta por el mismo, y de paso revisitar el espíritu de aquel artista enfermo, desdichado, excéntrico y vagabundo que en vida sólo conoció el olvido y la miseria, y del que Artaud, otro artista maldito, afirmara que, frente a su lucidez, la psiquiatría no es más que un refugio de gorilas obsesos. En alguno de estos cafés nocturnos de Arlés encontró Van Gogh por fortuna asilo.

El tambor de Mateguines

Pepe Mateguines
Cuando en el Alto Bierzo suena el tamboril de Mateguines, Terpsícore y otras muchas diosas de las artes entran en trance, se descoyuntan los derviches giróvagos, y a nosotros se nos eriza el tímpano del alma. Cuando Mateguines acaricia el tamboril y sopla la chifla, también entonan los gallipavos y redoblan los tambores de Calanda. 
Luis Buñuel hubiera hecho de esta música excelsa banda sonora para una película. 

José Marqués, más conocido por Pepe Mateguines, es de los pocos músicos proverbiales que quedan por estas faldas de Gistredo, con el cacumen y maña suficientes para afinarnos el oído y hacernos amar la música de una vez por todas. Un músico amable y que siempre estaba dispuesto a alegrarnos la ya mítica velada del 15 de agosto en Noceda del Bierzo. Pasacalles que se columpian en nuestras mañanitas. Luego de rebozarnos en la cecina y el chocolate.


Es lástima que este músico aún no haya encontrado un sucesor, discípulo o becario -ahora que parecen estar de moda-, que se ocupe de este asunto y así pueda continuar la tradición musical. Una tradición que, dasafortunadamente, está abocada a desaparecer.


Mientras hay gente que se harta de poner el cazo, ora como becaria amatoria, ora como lamejetas del Imperio chapucero (eso sí, con la digna intención de jamarse algo, pata negra que podría descolgarse de la espetera), otros están a verlas venir, esperando que el maná caiga del cielo en forma de birlibirloque. Así está el panorama músico-festivo en este ombligo cósmico, siempre de culo a la jeta del siglo XXI.


Un maestro, cuando es real y no mera impostura, como es el caso de este buen hombre, debería tener su aprendiz, aunque para ello hubiera que recurrir a la Julliard School de Nueva York, pongamos por ejemplo; y poder, de este modo, subvencionar tan ambicioso proyecto.


Al señor Mateguines le gustaría que alguien le siguiera los pasos musicales. Estaría dispuesto, incluso, a formar a una persona por el morro, qué generosidad y entrega la suya, pero los tiempos atolondrados que atravesamos… el cucu de mis cucuruchadas y cucamonas, el camaleón aplatanado, el tiburón que no se harta de roernos las mollejas de los güevos, el venado de la cagarriza mental, hip-hop pa’ lantre y pa’ trás, chunda que te friega por todos los costados de la sensibilidad (y vuelve por otra coz de bakalao y ácida idiotez, rapeando la rasposa, rapada y roñosa irrealidad), no dan para mucho oído musical. Para qué hacer corazón de tripas, si lo que sobran son tripas, aunque los corazones estén infartados, y el pijoterismo sea la tónica y el tintorro de cada día.

Día Forestal Mundial

Con motivo del Día Forestal Mundial, en Ponferrada se suelen ofrecer varias charlas sobre la conservación de los montes. En el Bierzo contamos con montes de una gran belleza, como los Aquilianos o la Sierra de Gistredo, ricos en flora y fauna. Como bien saben, por ejemplo, los profesores del Campus de Ponferrada, Carmen Acedo y Alfonso Fernández Manso, pues un veinte por ciento de la superficie de nuestra comarca está incluida en la Red Natura 2000. Por su parte, el catedrático de Zoología de la Universidad de León, Pancho Purroy, conoce los valores ornitológicos del Bierzo, entre ellos, los de la Sierra de Gistredo, nuestra amada y legendaria sierra, nuestro útero materno, que desde hace tiempo, y ahora más que nunca, pretenden adulterarla con aerogeneradores, lo que supondría un gran impacto visual, amén de ambiental, a un entorno de extraordinaria belleza paisajística, que por su variedad de plantas, como la genciana –algo en lo que era experta la maestra Felisa Rodríguez-, su fauna, entre la que figura el urogallo y el oso pardo, además de la ruta de las fuentes curativas, debería estar considerada como zona protegida, reserva natural. Una empresa energética del Bierzo, de cuyo nombre prefiero no acordarme, ha logrado la autorización de suelo rústico y licencia ambiental para la instalación de un parque eólico en el término municipal de Noceda del Bierzo. Esta empresa debería ver/saber que Gistredo no amerita de tales "artificios". Por su parte, las Juntas vecinales, así como el ayuntamiento o ayuntamientos afectados, deben pronunciarse en contra. En el caso particular de los ayuntamientos, tendrían que poner, al menos, algunas trabas y/o condicionantes, para que no todo el monte fuera caminito de rosas y dulce orgasmo en esta bacanal berciana. Mientras el municipio de Ponferrada ha decidido que no se instale ningún eólico en los Aquilianos, lo que nos parece de sentido común, en los municipios del Bierzo Alto andamos con la mosca clavada en la oreja, porque el dinero es el significante que pudre todos los significados. Aquí y hasta en la última aldea berebere del Atlas. Aunque creo sinceramente que los bereberes están hechos de otra madera-materia. Esperamos que la Junta de Castilla y León, además de declarar como microrreservas algunas zonas de los Aquilianos, vea Gistredo con tan buenos ojos, que no permita, en última instancia, la instalación de estos "trastos", que hasta podrían llegar a ser bonitos, como me dijera una persona, pero en otros pagos. Confiemos en la Yunta.

Un gaucho en el Bierzo





MANUEL CUENYA 19/06/2006




Mientras uno permanece encerrado, "laburando", Eduardo Díscoli está recorriendo el mundo en compañía de sus caballos criollos. No tuve demasiado tiempo para conocer a este gaucho intrépido, que salió de su país natal, Argentina, hace ahora varios años, siete u ocho, y tiene previsto seguir en ruta, al menos, hasta llegar a Marruecos. 
Creo que ahora anda por Bruselas. Llegó hace tiempo al Campus de Ponferrada, y ahí tuve la suerte de saludarlo. Dejó sus caballos en el césped, a la entrada del Campus, y nos tomamos un café con él. Uno no se encuentra todos los días con un personaje así. 


Díscoli es originario de San Pedro, como nuestros amigos Eduardo Keudell y Talita, y no tiene ningún inconveniente en entrar con sus caballos en Nueva York, Ciudad de México o París cual si estuviera, suponemos, en la pampa. Ni tampoco fue impedimento que él y sus compañeros criollos viajaran en avión desde USA hasta Amsterdam. Ataviado con una bandera argentina, y luciendo patillas de hacha, es como un Don Segundo Sombra dispuesto a vivir a lo largo y ancho de este mundo, sin prisas, sin angustia, tal vez, porque para emprender un viaje tan largo no conviene andar apresurado. Recorre cada día entre treinta y cuarenta kilómetros, nomás, porque la prisa trastorna e infarta. “La prisa mata”, según reza un proverbio marroquí. Y la angustia da la dimensión del vértigo y provoca el horror. Por eso los existencialistas y surrealistas están tan trastornados. A este gaucho simpático y desenvuelto, con el pelo largo y la nariz abultada, no se le pone nada por delante. Vive el día a día “en el camino”, como Kerouac, porque lo importante del viaje no es la llegada, sino el propio viaje, y él es un viajero con mucho coraje y entereza. A uno, en realidad, le encantaría lanzarse al camino, que es vida, y desprenderse de todo aquello que resulta inservible y pesado. Lo importante no es lo que uno tiene, sino lo que se es, y eso sólo se llega a saber cuando nos confrontamos con la realidad y no con el artificio, cuando recorremos el mundo como lo hace Eduardo. A menudo somos esclavos de nuestras propias miserias y convenciones. 

Uno admira a este gaucho, que un buen día llegó al Bierzo, y se fue, no como quien se desangra, sino como alguien que tuviera toda la vida por delante. Procuraremos seguirte, estimado gaucho, a través de tus notas y escritos, mientras soñamos con la música de Wim Mertens y nos imaginamos en la isla de Ithaca, que es también el nombre de un entrañable grupo musical berciano.